Normalmente, el otoño y el invierno se utilizan para reponer las capas freáticas. Sin embargo, el invierno es poco húmedo y muy suave, demasiado suave. Una temida brotación que, al llegar demasiado pronto, sería segada por las primeras heladas.
Por fin llegó una lluvia fuerte, pero un poco tarde. La vegetación había aparecido, desviando las precipitaciones de la capa freática.
Las heladas primaverales de principios de abril a mediados de mayo nos hicieron temer lo peor, que redujimos en parte podando muy tarde.
De mayo a junio, la lluvia y el calor van de la mano: un ambiente tropical. Desgraciadamente, es el mildiu el que toma la delantera.
El cierre del racimo le pone fin. Las temperaturas son más bien suaves en julio y agosto.
Justo antes de la vendimia, el Cabernet Sauvignon suda y sus bayas se encogen visiblemente.
Una vez más, la vid nos sorprende con su resistencia, produciendo un Médoc típico y afrutado.
Cata: Granate oscuro con reflejos violáceos. Tras la agitación, ligeras notas de estragón, umami, minerales, tierra y lápiz. En boca: taninos suaves, estructurados por un grano fino y envolvente. Final persistente, perfumado y yodado.
