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Obras maestras de vino y licores en su puerta
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Fue en 1731 cuando Michel BOUCHARD fundó la Casa Bouchard Père et Fils, una antiquísima Casa vinícola de Bourgogne cuyas tradiciones se han perpetuado a lo largo de 9 generaciones y durante más de 280 años.
Desde 1775, la Maison Bouchard ha ido adquiriendo parcela tras parcela de Domaine, que hoy cubren 130 hectáreas, de las cuales sólo 12 están clasificadas legalmente como Grands Crus, en lo más alto de la jerarquía de calidad de los Bourgogne. Este Domaine incluye parcelas de viñedos llamados "climat" con nombres míticos: Montrachet, Corton-Charlemagne, Beaune Grèves Vigne de l'Enfant Jésus, Bonnes-mares, Meursault Perrières...
1820: Bernard BOUCHARD compra el emplazamiento de la antigua Château de Beaune, fortaleza real construida en el siglo XV, para almacenar sus vinos en bodegas de 10 metros de profundidad, que aún alberga una colección única de unas 2000 botellas del siglo XIX.
Tradición y modernidad podría ser el lema de esta Casa que invirtió en 2005 en una herramienta de trabajo de alto rendimiento, la nave de cubas Saint Vincent en Savigny-lès-Beaune, situada a 5 metros bajo tierra, permitiendo así que las uvas lleguen por gravitación de forma natural a las 138 cubas de maceración o a las prensas. A continuación, los vinos maduran en madera en una bodega con capacidad para 4000 barricas.
Antes de recibir la denominación Clos Saint-Landry, este viñedo aparecía bajo el nombre de Tiélandry, designando el Domaine de un tal Landry. Es en esta magnífica parcela donde se encontraron las primeras huellas de la uva Chardonnay en Beaune. Una rareza en este territorio de Pinot Noir Después pasó a ser propiedad de la Abadía de Maizières, antes de ser adquirida por Antoine Philibert Joseph Bouchard en 1791. Desde entonces, Bouchard Père & Fils ha conservado preciosamente el monopolio de este Premier Cru blanco de 1,98 hectáreas.
En 2019, una cosecha muy buena en Bourgogne, un verano caluroso y Sec permitirán una buena maduración de las uvas para las vendimias que se extenderán desde principios de septiembre hasta principios de octubre. Este 1er Cru Saint-Landry pasará de 9 a 10 meses en barricas de roble francés (15% de ellas nuevas), seguidos de 3 a 4 meses en depósitos de acero inoxidable.
De su brillante color dorado con ligeros reflejos verdes emergen encantadores aromas de crujiente fruta de huerto amarilla, piña verde y flores blancas. El aporte aromático de la crianza está muy bien controlado, con una delicada nota amaderada que en ningún caso enmascara la fruta, sino que por el contrario la resalta. Un bouquet maravilloso, fino y expresivo.
En boca se revela elegantemente texturado y envolvente, con una grasa de extraordinaria dulzura. Vuelve de nuevo un concentrado de fruta blanca de hueso y flores, acompañado de una sutil nota amaderada, el conjunto está lleno de armonía. Una bella tensión le confiere un encantador lado fresco, ácido, muy distinguido, sobre un final largo, salino, yodado.
Este gran vino de una soberbia parcela monopólica mejorará durante unos buenos diez años. Un buen maridaje gastronómico podría hacerse maridándolo con un pavé de bacalao con curry y leche de coco, o vieiras con azafrán.
